Transgénicos / Zona de Debate Informe sobre Transgênicos por Jorge Eduardo Rulli |
Las semillas transgénicas, también denominadas OGM, que
significa: organismos genéticamente modificados, son productos de ingeniería genética,
una rama de la Biotecnología que se remonta a los años 70 y que posibilita la manipulación
de las cadenas de ADN y el traslado de genes entre especies, a fin de obtener nuevos rasgos genéticos. El desarrollo de estas técnicas en el campo de la agricultura está actualmente concentrado principalmente en el desarrollo de cultivos resistentes a herbicidas que son a la vez, fabricados por los mismos laboratorios. En este sentido vale aclarar que esta "biorevolución agrícola" está siendo protagonizada por los mismos intereses transnacionales que promovieron en su momento la Revolución Verde basada en el uso intensivo de agroquímicos. Además de aumentar inmensamente los ingresos de estos megalaboratorios, los cultivos transgénicos les permitirán a estos mismos conglomerados de empresas controlar nuevos mercados de semillas, extender sus derechos de patentes y convertir la antigua costumbre de los agricultores de guardar semillas para su siembra en un delito. La empresa Monsanto Co. de los Estados Unidos es por lejos la más importante de todas las que compiten en estos meganegocios y también la más agresiva en sus políticas de capturar nuevos mercados. Su principal actividad es la producción de una soja capaz de tolerar el poderoso herbicida llamado Roundup que también fabrica y vende Monsanto. Esta es la soja RR que actualmente compone el 80% de la producción argentina . A pesar de la intensa publicidad de Monsanto en favor de estos nuevos cultivos, no se conocen aún los efectos a mediano y largo plazo de alimentarse con transgénicos que contienen genes procedentes de bacteria, virus, peces, animales e incluso de seres humanos. Entre las consecuencias previsibles y que ya diversas fuentes dan como existentes en ciertas partes del mundo se halla el surgimiento de nuevas enfermedades, de alergias y de otros efectos tóxicos, que en Europa se sintetiza de una manera dramática en la amenaza de un "Chernobil biotecnológico" . Asimismo existen evidencias científicas del surgimiento de superplagas y de supermalezas como consecuencia de la uniformización de estos gigantescos monocultivos y de la polinización consiguiente. Ahora bien, dado que aquí rigen las implacables leyes del mercado, se supone que cuando un transgénico sea superado por el surgimiento de plagas especializadas, ya los laboratorios de Monsanto tendrán en oferta un nuevo transgénico capaz de resistirlas o de soportar herbicidas más poderosos que el RR, y de esta manera renovar la oferta y sus ventas a los agricultores. En nuestro país la entrada de los OGM se oficializó durante la gestión del Ingeniero Felipe Solá al frente de la Secretaría de Agricultura, quien firmó la resolución 511 para aprobación de solicitudes, el 10 de agosto del 98 a pocos días de renunciar a su cargo. Así fueron aceptados el maíz BT y la soja RR entre otros. Durante la gestión de Gumersindo Alonso, el siguiente Secretario, aquella apertura de los OGM se convirtió en avalancha. Actualmente la comida transgénica inunda nuestro mercado. La soja transgénica está en las harinas de soja que se utilizan en panadería, en la carne vegetal, en el queso y en la leche de soja, en alimentos para bebés, en jugos y helados de soja, pastillas de proteína, chocolate y barras de caramelo, margarina y aderezos de ensaladas, etc. Otro producto que se generaliza es el maíz transgénico BT que incorpora genes de bacterias y que puede encontrarse en el aceite de maíz, en los endulzantes, en el almidón y por lo tanto se encuentra presente en el yoghurt, en los helados, en las gaseosas, en la aspirina y en todo producto proveniente del maíz . Lamentablemente la ignorancia de la población frente a estas amenazas es muy grande y aún más todavía se desconoce la forma en que el mercado de los alimentos está siendo invadido por los transgénicos. Un aceitado acuerdo entre funcionarios y semilleristas para mantener el bajo perfil de estas políticas y sobre todo el No etiquetado, permite este engaño colectivo. No sólo no se posibilita un debate sobre estos asuntos, ni hay representación alguna de la sociedad en los órganos de decisión de estas políticas, sino que existe un esfuerzo por mantener al público en la más absoluta ignorancia acerca de lo que come. La Secretaría de Agricultura aceptó sin mayores razones científicas stándares norteamericanos según los que las semillas transgénica y las comunes son "esencialmente equivalentes" y que por lo tanto no existe razón para identificarlas ante el público consumidor. Se violarían así, impunemente, los nuevos derechos que le asegura al consumidor la Constitución del 94. Argentina ocupa por lejos, el primer lugar en América Latina en cuanto a liberación de cultivos transgénicos. Es responsable de estas políticas la Secretaría de Agricultura y específicamente la CONABIA o Comisión Nacional de Biotecnología Agrícola, integrada solamente por funcionarios con exclusión de organizaciones representativas de la sociedad civil y con evidente influencia de las transnacionales. En Argentina la firma que más pruebas ha realizado es NIDERA S.A. que controla el 60% del mercado de soja y es socia principal de MONSANTO en la distribución de la soja Roundup Ready Frente a los riesgos de estas liberaciones y ensayos a campo de OGMs, por sus posibles consecuencias sobre los ecosistemas y sobre la biodiversidad, que en el caso de la India han provocado reiterados levantamientos campesinos y quemas de los campos de Monsanto, podemos decir que en Argentina la CONABIA acepta de buena fe la información científica que aportan las mismas transnacionales y considera que los cultivos transgénicos son buenos, al menos hasta que se demuestre lo contrario con la salud de nuestra población, tomando la falta de pruebas de riesgo como pruebas de que no existe riesgo. Una vez más la carga de la prueba recae sobre aquellos que se oponen a los transgénicos y se resisten a que el público y los consumidores se transformen en los conejillos de indias de una operación de miles y millones de dólares de ganancia en la que puede estar en juego el futuro de la humanidad. Mientras tanto en Europa crece el movimiento de opinión contraria a los transgénicos, y respondiendo a este clima adverso, empresas como Nestlé y Unilever han anunciado su decisión de negarse al uso de estas semillas, a la vez que cadenas de hipermercados como Carrefour se han negado a comercializarlos. Las exigencias de las organizaciones de consumidores están obligando al etiquetamiento de los productos transgénicos y al rechazo de la falsa categoría de "substancialmente equivalente", ya que se habría verificado entre otros datos que las leches de las vacas alimentadas con transgénicos cambian radicalmente su tenor de grasa. Asimismo, en el cercano Estado de Río Grande Do Sul, el nuevo gobierno del Partido de los Trabajadores se encuentra próximo a establecer una norma que declarará al territorio libre de transgénicos. Para impulsar esta política el nuevo gobierno confronta duramente con los grandes intereses terratenientes comprometidos con el proyecto de la Hidrovía Paraná-Paraguay que con absoluto desprecio de los recursos naturales y de los ecosistemas, junto a Cargil que ha sido comprado por Monsanto, han planificado convertir la Mesopotamia y gran parte de la Amazonía en inmensos cultivares de soja transgénica para la exportación. El gobierno argentino por lo contrario, sigue justificando estas políticas en los supuestos altruistas de " terminar con el hambre del mundo", desconociendo de esta forma con pretendida ingenuidad que estas técnologías están sujetas a derechos de patentamiento que proporcionan enormes ganancias a las multinacionales. En la década de 1990 el consumo de plagicidas en la Argentina aumentó a un ritmo anual de alrededor de 20-25%, y en tanto en Brasil y Uruguay las importaciones de dichos productos químicos se duplicaron, en nuestro país se multiplicaron por tres. Esto expresa claramente que estos nuevos cultivares pese a lo que afirma la publicidad de Monsanto, distan de ser sustentables y que por lo contrario requieren cada vez mayores insumos. Pero también significan una creciente amenaza para la salud y la calidad de vida de nuestras poblaciones y en especial de los trabajadores rurales que han debido incorporar grandes cantidades de estos agroquimicos a su medio ambiente laboral. También los derechos del agricultor se encuentran comprometidos, ya que los transgénicos son partes de paquetes tecnológicos que niegan la existencia del pequeño productor y lo condenan a la desaparición. Uno de los transgénicos que suscitan mayores rechazos es el gen "Terminator", también de Monsanto, que impide la reproducción de los granos y que deja por lo tanto al pequeño productor absolutamente dependiente de los laboratorios de semillas. En los últimos 20 años y a partir del descubrimiento de enzimas que pueden actuar como una tijera quirurgica cortando segmentos de las cadenas de ácidos nucleicos que componen el material genético e incorporando otros que les eran exóticos, miles de nuevos organismos Frankestein han surgido de los laboratorios transnacionales combinando absolutamente contra natura especies diversas tales como lenguados con tomates o bacterias con maíz. Se han manipulado animales domésticos así como multitud de bacterias y de virus, a fin de convertirlos en fábricas vivientes productoras de sustancias aprovechables por la industria. Se experimenta con material genético de otras especies para inducir a crecimientos acelerados, o prolongar los tiempos de postcosecha o resistir la helada y a veces también para resistir a determinadas enfermedades. Es verdad que desde tiempos muy remotos la humanidad y en especial los campesinos supieron aprovechar la biodiversidad y que a través de trabajos culturales, seleccionando y mejorando razas y variedades, crearon todas las especies domésticas de las cuales hoy nos servimos. Pero el potencial transformador de la ingeniería genética en manos de las multinacionales es incomparablemente superior a todo lo conocido y los grandes riesgos que corremos radican en su pavorosa capacidad de interferencia de los procesos biológicos, cuyos funcionamientos y equilibrios estamos todavía muy lejos de] comprender cabalmente. Sabemos que la propia dinámica evolutiva ha establecido barreras biológicas que solo permiten el cruce de especies próximas o emparentadas. En el caso de la ingeniería genética las leyes de la oferta y la demanda y la irracionalidad de la búsqueda de ganancias, permiten burlar todos los ritmos y barreras biológicas, interfiriendo de manera drástica en la evolución de las especies. La liberación en gran escala de estos absurdos evolutivos es de consecuencias imprevisibles y el que las garantías de inocuidad nos sean dadas por las mismas multinacionales y por los funcionarios dóciles de la administración del Estado no deja de ser una burla tremendamente cruel, ante la que deberíase tomar posición política como lo están haciendo con mucho valor los compañeros brasileños del Estado de Río Grande. |
Jorge Eduardo Rulli, Miembro del equipo Internacional de la CTA y colaborador de la Federación Nacional de Salud |
Leia Mais: